Reseña del libro "Fetiches" o cómo desmitificar clichés del porteño y otras yerbas.
Por Sebastián Jorgi
Al comenzar a leer Fetiches de María Victoria Rivas, me dije que estaba aceptando el desafío –ya sea de prologar, anotar, comentar, reseñar– una serie de cuadros poéticos, que tienen filo, contrafilo y punta. Y me acordé del tango de Caldara y Soto, Pasional, corriendo el peligro de estar atravesado “con un puñal en la carne”.
Te cuento, María Victoria, que esos “malabares de la bohemia” –cito este bellísimo verso que me identifica– son los que esgrimí, modestamente, “con dos ginebras, detrás del cristal” en alguna mesa de tantos bares del perímetro caliente, calle Corrientes, el Bajo, el Whisky BAR de la Avenida de Mayo, epicentro de mis desventuras.
Y sí, María Victoria, “si habré palpado mi rubor”, como escribís. Acuso recibo mientras me deleito leyendo y releyendo tu libro Fetiches (una coqueta edición de El mono armado), una sociología demoledora de la picaresca porteña. Y entre aquellos mitos se escuchaba mucho hablar del puterío de la plaza Flores, “con ese banco cuando cae la tarde” pero nunca me tiré para el Oeste “con esa Pupé mentando la franela”, claro, la única Pupé que conocí fue la de Cadícamo, de mentas, aclaro para no morir en las aguas turbias del Paraná.
Con fino humor y gracia, vas desplegando este escenario de poemas, coloquiales, de manera que el lector los reciba en vivo y en directo. Pensé que todo había terminado en la geografía porteña pero de pronto apareció el mito de la Pachamama, en Abrapampa, lo que me trajo lindos recuerdos, “desnudito y pitín pitin”, como escribís, donde la excursión con la que viajaba hacia el NOA me bajó en una farmacia y “chango usted debe hacer reposo”, me dijo la idónea, con un frasquito de plástico de coramina, la idónea rajaba la puna, más caliente que nunca. “Podí seguir viaje mañana, te viá preparar un té de coca, chango”.
Me he divertido mucho leyendo Fetiches, pero hay que destacar que se deslinda un sustrato dramático y reflexivo más allá de lo maravillosamente descripto, con ese estilo conversacional muy bien encabalgado, al borde de la caricatura, fragmento a fragmento.
El sesgo lunfardesco que se sobreimprime es coherente con las escenas capitulares del poemario que se suceden velozmente, de tal modo que el lector se ve empujado a leerlo de un tirón, como se dice comúnmente. Es la impresión que me acometió desde el principio hasta el final.
Un retrato de la porteñidad sin duda muy original, en vivo y en directo, como apunté antes. Hay mucho más para entresacar de estas sutiles tipologías.
María Victoria Rivas nació en Buenos Aires. Profesora universitaria de Inglés y Español y directora del Departamento de Idiomas de la Universidad de la Marina Mercante. Participó del Taller de Nicolás Bratosevich desde 1986 hasta el 2010. Integrante del Grupo Andaduras, que ideó y participó de la Muestra Itinerante en un libro del Museo de Arte Moderno. En 2024 publicó su libro de poemas Héroes.